El Mago Rizzuto no conocía ningún truco. Su número era bien sencillo:
golpeaba su galera con una varita azul, y luego esperaba que apareciera
una paloma.
Naturalmente, la total ausencia de dobles fondos, de mangas
hospitalarias y de juegos de manos conducía siempre al mismo resultado
desalentador. La paloma no aparecía.
Rizzuto solía presentarse en teatros humildes y en festivales de barrio, de donde casi siempre lo echaban a patadas.
La verdad es que el hombre creía en la magia, en la verdadera magia. Y
en cada actuación, en cada golpe con su varita azul estaba la fervorosa
esperaza de un milagro. Él no se contentaba con las técnicas del
engaño. Quería que su paloma apareciera redondamente.
Durante largo tiempo lo acompañaron la desilusión y los silbidos.
Otro cualquiera hubiera abandonado la lucha. Pero Rizzuto confiaba. Una
noche se presentó en le club Fénix. Otros magos lo habían precedido.
Cuando le llegó el turno, dio su clásico golpe con la varita azul. Y
desde el fondo de la galera salió una paloma, una paloma blanca que voló
hacia una ventana y se perdió en la noche.
Apenas si lo aplaudieron. Las muchedumbres prefieren un arte hecho de
trampas aparatosas a los milagros puros. Rizzuto no volvió a los
escenarios. Tal vez siga haciendo aparecer palomas en forma particular.
Alejandro Dolina
El hombre racional se adapta al mundo que le rodea; el hombre irracional se obstina en intentar que sea el mundo quien se adapte a él. Por tanto, todo progreso se debe al hombre irracional. (George Bernard Shaw)
jueves, 21 de julio de 2016
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Si sabes lo que vales, ve y consigue lo que mereces, pero tendrás que aguantar los golpes. Es tu derecho escuchar a tu destino, nadie tien...
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