La enseñanza y el aprendizaje
deben traer alegrías. ¿Qué tan poderoso sería nuestro mundo si tuviésemos niños que
no temiesen asumir riesgos, que no tuviesen miedo de pensar, y que tuviesen a un campeón? Cada niño merece tener a un campeón, un adulto que nunca
dejará de creer en ellos, que entienda el poder de la conexión, y les insista en que llegarán a ser
lo mejor que pueden llegar a ser.
Todos desde nuestro lugar somos educadores y debemos siempre dar el ejemplo.
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