sábado, 5 de diciembre de 2009

En el país de la eterna sospecha

http://www.canchallena.com/1205973-en-el-pais-de-la-eterna-sospecha

Por Juan Pablo Varsky
"Estaba arreglado. ¿No lo viste? Los dos sabían todo y se pusieron de acuerdo para eliminar a Murray". A ninguno de ustedes, esta frase le resultará desconocida. A ninguno, eh. O la leyeron, o la escucharon, o la escribieron o… la dijeron. Pero no se hagan los sorprendidos. Una recorrida por programas de radio, de TV y, sobre todo, sitios y foros de Internet alcanza para confirmar este relato. Un relato que, por supuesto, habla mucho más de quien lo construye que de los propios protagonistas Juan Martín del Potro y Roger Federer. Tras la victoria de Murray contra Verdasco, Del Potro debía ganarle al número uno del mundo para pasar a las semis del Masters. Si lo hacía en dos sets, eliminaba al suizo. Juan jugó un primer set estupendo, quizás el mejor de su vida. Lo ganó 6-2. En el tie break del segundo, sacó 5-4. Allí falló un drive relativamente fácil para ponerse doble match point. Rogelio capturó el momento, se llevó tres puntos seguidos y festejó ese segundo set como si fuera la victoria final. El 7-6 le garantizó la semifinal. "Le perdonó la vida. Hasta yo meto ese drive", dijeron los genios que nunca se equivocan. Después de cambios reglamentarios y muchas cuentas, a Juan Martín no le alcanzaba con el tercer set. Debía ganarlo por 6 a 3. Tuvo la fortuna de empezar sacando. Conservando su servicio en todos sus juegos, sólo debía quebrar una vez el de su rival para llegar a ese resultado. Igualados en tres, Del Potro afrontó sus tres break-points en contra de todo el partido. Los levantó todos, uno con un arriesgadísimo segundo saque. Una revisión a través del Ojo de Halcón le permitió sacar adelante ese séptimo game. Después del descanso, Federer cometió una doble falta, falló un smash y perdió su saque. Del Potro cerró el partido con autoridad y pasó a semis. "Je, le devolvió el favor. ¿No te diste cuenta, papá? Hasta yo jugaba mejor que Federer ese game… Estaba todo arreglado", fue el argumento del que se las sabe todas.
No importa que estemos hablando de un deportista ejemplar y admirado en todo el mundo y de un chico asombrosamente maduro y responsable para su edad. Curtido en el país de la eterna sospecha, inevitable efecto de la impunidad, esta especie bien argentina no tiene problemas en manchar a todos. En este 2009, Juan Martín del Potro se transformó en una celebridad deportiva. Es una estrella mundial. Pero no tiene ni poses ni manías. Sus amigos siguen siendo los mismos de siempre. En la cancha del CASI, celebró la gran jugada de su amigo Nicolás Pandelo, que se fabricó un try de novela en la final del rugby de la URBA ante Hindú, finalmente campeón. Hace un par de semanas, veteranos pero vigentes amigos lo vieron llegar con un grupo de chicos a unas canchitas de fútbol cinco en el barrio de Núñez. Portaba un enorme y cargado bolso de Nike, lleno de indumentaria futbolera. Después de vestir a sus amigos con la ropa de su sponsor, entró a jugar como si fuera uno más. Lo trataron bien, por supuesto. Estaba muy cerca el último avión a Londres. Tuvo la valentía de asumir que no estaba preparado para el aluvión mediático que se le vino encima tras el US Open. Pide consejos, se asesora en temas espinosos, confía en su familia, escucha y, luego sí, toma la decisión final. El saludo con Susana Giménez en el O2 Arena no pesa nada en comparación con la cantidad de invitaciones televisivas y de propuestas comerciales que su grupo ha rechazado porque no se adecuaban al perfil que quiere cuidar. En el partido contra Federer, Carlitos Tevez alteró la rutina de su palco. Allí sólo hay lugar para su entrenador Franco Davin y su preparador físico Martiniano Orazi, fundamentales en su consolidación. Desde su asombrosa personalidad, se entiende por qué ha sido el tenista que más partidos ganó en la temporada tras haber perdido el primer set. Fueron trece, una clara demostración de carácter y de rebeldía a la adversidad. Pero hay otro dato de este año que refleja su fortaleza mental. Del Potro ganó todos sus partidos que se definieron en el tie break del set decisivo. Todos. De esas seis victorias por 7-6 en el tercero, dos se produjeron en el Masters (Verdasco y Soderling). Así también le ganó a Nadal en Miami y a Roddick la final de Washington. Este chico tiene una cabeza de campeón. Derribó varias barreras este año. Pasó la pantalla Rafa, rompió la racha contra Murray y, lo más importante, descolgó el póster de Federer. Su límite es el cielo.
Por sus méritos deportivos y sus valores personales, Juan Martín del Potro debería ser motivo de orgullo para la Argentina. Pero a sus 21 años, ya lo acusaron de "no sentir la camiseta y de pensar en la plata" por haber ido al Masters de Shanghai, previo a la final de la Davis 2008. Y le reprocharon sus semanas de festejos tras su extraordinario triunfo en el Abierto de los Estados Unidos. "Mucha fiesta pero no ganó un partido más", cantaban los muchachos que siempre tienen la posssta mientras Juan perdía con Roger Vasselin en Tokio, abandonaba contra Melzer en Shanghai y se retiraba ante Stepanek en París. "Je, te dije: se terminó la mentira", es la frase de cabecera de ese especie humana despreciable, muy fácil de reconocer en diálogos de café y en foros de Internet.
Dentro de cuatro semanas, Lionel Messi será consagrado como el mejor futbolista del mundo de este 2009. Será premiado por la FIFA, donde votan capitanes y seleccionadores de todo el planeta y por el semanario francés France Football, elegido por los periodistas. Messi es argentino y estas distinciones también deberían generar orgullo. Está clarísimo que, por diferentes razones ya analizadas en textos anteriores, aún no ha mostrado en el equipo nacional el extraordinario rendimiento que le ofrece a Barcelona. Ayer, en el clásico ante Real Madrid, jugó para el equipo. Hizo amonestar a tres rivales, recuperó muchas pelotas y en el final del partido se ubicó como mediocampista izquierdo para tapar la subida de Sergio Ramos. Si ven el segundo tiempo, notarán el esfuerzo y el sacrificio que hizo Leo por la causa del Barsa. "Basta de Messi. Que no venga más. Que se quede allá", es la respuesta del incorregible.
Hay que cuidar a estos chicos. No se trata de consentirlos ni de engañarlos con miradas obsecuentes. La sobreprotección hace mucho más daño que una crítica bien fundamentada. Y, más allá de un entendible enojo inicial (¿a quién le gusta que lo critiquen, no?), después viene el respeto por aquel comentario a contracorriente del elogio fácil. Pero hay algo peor y es la descalificación permanente. Ese concepto de la "mentira". Hoy le toca a Banfield y su etiqueta de equipo defensivo, como el ochentoso Ferro de Griguol. Es un acto de irrespetuosidad hacia los jugadores y el entrenador, que los ha convencido de una idea y de cómo ejecutarla. A mí me gustaba más el Huracán del Clausura, pero, más allá de la derrota de anoche con Racing, cómo no reconocer a un equipo cuyo todo es más que la suma de sus partes.
Hay un montón de ejemplos que llenan el formulario de la descalificación. Bianchi ganaba porque tenía el celular de Dios. Ramón Díaz no sabía nada y el equipo se lo armaba Francescoli. Reutemann siempre salía segundo. A Sabatini siempre le faltaba algo. Sólo después del inolvidable Mundial 2007 Los Pumas lograron salir de esa cruel observación. Pobre Pechito López, si en 2010 cumpliere su sueño de subirse a un Fórmula Uno. En este país, la envidia y la falta de respeto fabrican perfectos fracasados que no reconocen logros ajenos y se alegran ante la primera desgracia. Son los que nunca podrán disfrutar ni de Del Potro ni de Messi. Porque para ellos, todo es una mentira y todo está arreglado.


Por no tener mesura, por dejarme llevar por la argentinidad, este articulo me hizo reflexionar sobre como somos los argentinos. Y porque siempre creemos tenr razon.

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