lunes, 7 de diciembre de 2020

YO NO SE QUE ANGEL PARDO SE ASOMO POR FIORITO...


Yo no sé qué angel pardo se asomó por Fiorito,
se coló en los picados donde él anochecía,
y prendado del ángel gurrumín de la zurda
se instaló en el mocoso con su audaz brujería.

Ya tramaban entre ambos portentosas hazañas
con la número cinco de compinche jugada.
Paternal fue la ruta de Escuelita de Barrio,
escenario, temprano, fogueo y recalada.

Aquel ángel errante, diabla luz en su sangre,
lo hizo crack mixturando travesura con fuego.
De movida brotaba el sol de su alegría,
iluminando el verde que bordaba su juego.

Fue… la mano de Dios, y el demonio sudaca
desparramando ingleses y sutiles inventos.
La melena enrulada o el cabello cortito,
el misterio era él mismo, la magia no era cuento.

El sur napolitano fue el sur de su suburbio.
Por morocho, por pobre, por sur, por desdeñado,
él… le ofrendó sus goles, su prodigio, sus ganas
y fue llenando el hueco del ídolo esperado.

Humilló al norte rico con vital desparpajo,
con la celeste y blanca se arrió media tribuna.
En el sur y en el norte le hizo un corte de manga
a los que despreciaron su canción de cuna.

Desnudó a los hipócritas mandamases del fútbol.
Lloró, lloró como tan solo lloran los que se juegan,
y como pasa siempre con los Cristos de barro
lo colgaron con clavos de la cruz de su entrega.

Y no le perdonaron ni su origen, ni su orgullo,
ni ese privilegio que aún mantiene de mover muchedumbres,
sin pasarse al bando de los que todo humillan
para ser uno de ellos, como siempre es costumbre.

Los burócratas grises de aceitadas bisagras,
o el chantón cholulaje de amigotes en rueda.
Los caretas impúdicos conocidos de siempre,
o los escribas que reptan por las treinta monedas.

Toda esa calaña, lo sentenció caído
como el árbol que abate el hacha a la tormenta.
Le calculó la leña que de él le serviría,
y lo hizo noticias sumar en sus cuentas.

Pero él, él es bien de abajo por sobre toda duda, y sigue,
en las banderas, en los cánticos, en los coros.
Porque la gente intuye que aún entre los grillos
sigue siendo uno de ellos. Es “el Diego”.

Es aquel pibe del barrial de Fiorito.
La Tribuna le canta con su voz: “Maradooo, Maradooo…”.
Relámpago del fútbol del mundo
en un tiempo de grises picapiedras y sinuosas personas.

Yo lo vi… lo vi desde el piso de una cancha alambrada,
o en el alto cemento del Estadio encumbrado.
En la incierta ventana de una caja de luces
o… en el osco potrero de algún barrio apartado.

Cuando alzaba la Copa de la heroica victoria,
o gritando la fiesta de otro gol festejado.
Y lo vi con la bronca y el amor propio herido
sin guardarse el insulto al sentirse insultado.

Es “el Diego”, es aquel pibe con el ángel adentro
que no se vende al diablo y al ángel no abandona.
Una redonda alada fue su arma y su juguete.
Es canto en las tribunas, su nombre: Maradona!!!


Autor: Héctor Negro
Libro: «Más Tango, más fútbol, más lunfardo»
Editorial: Quetzal
Año: 1997

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