miércoles, 11 de febrero de 2009

Escribir

Siempre fui bastante reservado, no me gusta que sepan mucho de mí. Cuando era chico quería comunicarme con los demás a toda costa. Tenía millones de pequeñeces para gritarle al mundo y no podía. Era mucha la impotencia que sentía. Cada vez más triste por lo que no podía expresar. Nunca supe expresar las cosas que sentía.

De más grande pensé que había nacido sin una parte del cerebro, esa parte que nunca llegan a ver los demás la ingeniosa, divertida, la espontánea. Quien aunque intentase decir esa palabra que tanto buscaba, no lo lograba, se me ocurre decir algo divertido cuando el dialogo terminó o al día siguiente. Y esa idea se amontonaba en su cabeza junto con tantas otras, como personas en un vagón de subte a las 8:30 am.

Admiro a los que expresan sus ideas y las transmiten con simpleza y son claros.

Fui descubriendo que la mejor manera de sacar todo lo que tenia adentro: bueno y malo, era volcándolo en un papel y aunque muchas de las cosas que escribo me asustan, me dan miedo, dado que muchas de las cosas se hicieron realidad. Eso me fue liberando de a poco y me dio confianza en mi mismo.

Debo decir que me considero de la vieja escuela que se sientan comodos escribiendo en un bar, con birome en mano y papel, el famoso de puño y letra, tachones y notas al margen.

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